lunes, 11 de febrero de 2008

Breve crónica de mi honey moon

Les había prometido contarles de mi luna de miel.

Bueno puedo decir que en general, como todas las vacaciones con Karina, siempre la pasamos genial.
Pero en particular esta vez tuve una de esas experiencias para el ameno recuerdo.
Con Karina amamos la tranquilidad de la Barra del Chuy, el último balneario rochense a sólo 20 km de la frontera con Brasil.

Alquilamos un pequeña cabaña cercana a la playa y muy lejana a todos los placeres mundanos.
El problema fue que durante esa semana, Eolo la divinidad a cargo del viento se encapricho realmente con Rocha y espacialmente con la barra.

La playa era una tortura de arena imposible de soportar por más de media hora.

Así pues, al tercer día sin poder estar en la playa, con Karina decidimos ir las piscinas del camping Chuy y al menos disfrutar con otro enfoque.

Ahí comenzó mi suplicio: al intentar ingresar tranquilamente a la pileta, sentado prolijamente en el borde, apoye mi brazo y este resbaló en el borde, con tanta mala suerte que el hombro se distancio del resto del brazo, quedando este colgando muerto y sumiéndome en un dolor que en mi no presentaba antecedentes (ni mi fractura de codo ni de costillas se asemejaron a esta nueva sensación).

Cuando Karina cayo en la cuenta de lo que me pasaba, corrió a solicitar ayuda y más o menos lo que paso luego fue así:


Media hora después una vieja fiat fiorino transmutada en ambulancia me llevo hasta la Ciudad del Chuy, pasando por esa amable caminaría rural llena pozos que me hizo acordarme de la madre del conductor unas trescientas veces en media hora.


Al llegar al ciudad me tomaron una placa, como mi caso era de urgencia me la tomaron antes que al pobre caballo que estaba antes que yo. (Si el radiólogo también atendía equinos en el mismo lugar)
Luego (esto si fue suerte) me llevaron con la placa a Médica Uruguaya, que es mi sociedad y ahí un personaje genial me atendió: un médico cubano que por suerte la tenia re clara con esto de los brazos salidos de lugar, de no ser por el hubiese que tenido que esperar por horas un traumatólogo.


El alivio fue casi inmediato, al otro día el brazo se salio nuevamente pero eso es otro historia.
Aprendí algo muy importante sobre el dolor, algo que me dijo una vez miss Ameba: no hay una memoria que registre el dolor físico, por eso se olvida fácil cuando uno esta aliviado…sin embargo mi hombro se ha empeñado desde que regrese de recordarme lo intenso de nuestra breve ruptura.



2 comentarios:

chicosoquete dijo...

es lo que tienen los brasos, uno les da una probadita de independencia y después te vienen con pasta base y malas juntas, yo por eso no los dejo ir ni al baño solos.

tan versátil como acústica dijo...

habrá sido la frutillita de la torta que, de camino a la ambulancia, te preguntaran por el lucho. debiste contestarles que ahora solo luchabas por la integridad de tu brazo.